25 de diciembre de 2007

Manifiesto a favor del sueño


Hoy soy un niño prematuro. Nací con varias horas de adelanto, no por placer, sino por obligación. Con mis ojos neófitos observo atónito lo diferente del mundo a las ocho de la mañana: los bostezos, las cabelleras todavía húmedas, los recién peinados, las aglomeraciones.... y me cuestiono la necesidad del mundo a éstas horas.

Hoy ha sido diferente, no he ignorado el despertador que me saca de mi cómodo útero con almohada incorporada. No sé que me ha impulsado a obedecer a semejante máquina alimentada por pilas, pero algo en mí era diferente: no me he sentido tan mal como es habitual a esas horas, y he decidido enfrentarme a mi pereza, para re-descubrir el universo en otra variante temporal.

Mi habitual parsimonia se ha visto sustituida por un irracional estrés, que no surgía de mi interior sino que brotaba del ambiente. La multitud, frenética ha olvidado despojarse de las ojeras y los bostezos, y sustituye horas de sueño por incómodos cabeceos en el tren. Algunos se esfuerzan por leer algún periódico, o algún libro, pero sus caras les delatan: Se están muriendo de sueño como todo y todos a éstas horas. Así llego a la conclusión de que madrugar es cruel a la par que innecesario, y sugiero a las autoridades competentes la completa eliminación del acto de madrugar, ya que lo considero un reducto de la revolución industrial que nos obliga a pasear nuestras legañas a unas horas a las que no están acostumbradas, ni lo estarán nunca.

Cada bostezo es el clamor de un alma por seguir durmiendo.


Cada cabezada es una auténtica batalla, en la que la gravedad y el sueño se alían contra la fuerza de voluntad

Quiero dormir más profundo para poder soñar más alto.

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